Ayer estuvimos de entierro, de entierro de la sardina, en la Plaza del Grano. Una instantánea de la pobrina segundos antes de la redujeran a cenizas los infames pecadores y tragaldabas que la observaban.
Ardió, ardió y en se cenizas quedó la vieja sardina mientras la gente bailaba a los sones de "clavelitos", y otros éxitos modernos y desbocados.
Tras una breve degustación de sardinas recién asadas el cortejo fúnebre continuó su intrépido paseo por las calles del Casco Antiguo del Antiguo León.